martes, 12 de enero de 2016
LA N° 47 ES LA UNICA DEL AREA METROPOLITANA: ESTA EN SARANDI, EN PLENO CORAZON DEL CONURBANO Cumple 100 años una escuela rural, a 10 minutos de la Casa Rosada En esta primaria de doble escolaridad, fundada por inmigrantes italianos, estudian 44 alumnos
Es algo así como un hueco en el tiempo, un pequeño desarreglo en la tragedia cotidiana. También, la foto de lo que ya no volverá a ser. Disimulada bajo la sombra pesada del último (y amenazado) latido de la Selva Marginal Costera, entre las flores amarillas de los lirios ribereños, los pájaros, las frutas y el silencio, una escuela parece ignorar el ritmo del siglo en el que vive: basurales, destilerías, bocinas, miseria y humo; la ciudad, la máquina. A pesar de lo que pueda sospecharse, no se describe aquí el encanto de un pueblo misionero. La Escuela N° 47 está levantada sobre la tierra más baja de Sarandí, en Avellaneda, casi en la orilla del Río de la Plata. Conurbano puro. A 10 minutos -ocho kilómetros- de la Casa Rosada, y a unos menos de la ajenidad de Puerto Madero, esta primaria cumplirá 100 años el domingo 30 con una calificación que aún la distingue: es la única escuela rural (no llegan medios de transporte) en el Area Metropolitana, de las 114 que hay en territorio bonaerense.
Enclavada en la zona de "las quintas", nació por la necesidad de los genoveses, calabreses y piamonteses que en 1865 llegaron a estas tierras para cultivar frutas, hortalizas y producir el célebre vino de la costa. Incluso los maestros eran genoveses y enseñaban un poco en español y otro en su dialecto, el zeneize. "Venían caminando o en canoa por el arroyo Santo Domingo; no existía ningún camino", cuenta la directora, Mirta Cuesta. Hoy, la zona está apenas poblada. Eso, y la degradación social, hicieron que la "escuelita de la Costa" reciba desde hace unas décadas no sólo a los hijos de los quinteros (que cada vez son menos), sino también a chicos de los barrios pobres de la otra margen de la autopista Buenos Aires-La Plata.
Desde 1985, la 47 además tiene doble escolaridad. Los alumnos entran a las ocho y salen a las cuatro y media. No sólo aprenden más. Desayunan, almuerzan, descansan y meriendan allí. Los docentes coinciden que eso la convierte, aunque extremadamente humilde, en una institución valorada por los chicos. "Imaginate que muchos no tienen para comer en su casa, hacen todo acá. Somos pocos, como una gran familia", cuenta conmovida Alicia Zanou, que hace ocho años que da clases aquí pero que, confiesa, "debí haber venido antes porque amo este lugar". Alicia enseña y además mantiene activa la "producción" de dulces artesanales que hacen los chicos con naranjas y duraznos, y en verano, con ciruelas amarillas de esta tierra.
La "gran familia" está formada por nueve docentes, 44 alumnos (seis viven en las zona de quintas) y cuatro o cinco perros, que entran y salen de las aulas sin pedir permiso. "Cuando llegué, pensé que eso no podía ser, pero me di cuenta de que es parte del lugar", sonríe ahora Cuesta, mirando con cariño a los dos más cachorros, que duermen bajo el sol, a una distancia respetuosa de la huerta.
"A mí me encanta esta escuela. Acá puedo preguntar y preguntar que me responden hasta que al final entiendo. En la que iba antes se creían que no prestaba atención. Acá nos explican las cosas de otra manera", dice con asombrosa madurez Damián, que está en 6° grado pero tiene 14. El, como la mayoría, llega y se va en un micro escolar que busca por su casa, en el barrio San Lorenzo, a donde fueron a parar los vecinos contaminados de Villa Inflamable, ahí nomás de las quintas, pero envuelta en hollín en vez de árboles.
A Tamara (12) y Joselyn (10) les gusta vivir en las quintas exactamente por lo mismo que a Cristopher (11) no. "Hay víboras, iguanas, y mi abuelo nos contó que antes había monos", dice Tamara y el resto asiente a coro. No obstante, los tres reconocen que "es lindo" ir a una escuela rodeada de flores y silencio. Claro que los problemas existen. Sopla la sudestada y la zona se inunda. En verano los mosquitos son una amenaza gigantesca. Pero sobre todo, lo que preocupa aquí es el enorme basural de la Ceamse (desactivado pero procesando bajo tierra décadas de residuos) y el canal Santo Domingo, de donde brotan hedores de ciencia ficción. Y también, el futuro. "Dicen que van a construir edificios como en Puerto Madero. No queremos que esto se destruya", pide Tamara con inocencia que vale, aunque las docentes saben quién compró parte de las tierras.
"Me preocupa el futuro porque acá están bárbaros, el entorno les da la tranquilidad que no encuentran en sus barrios. Hay una interacción diferente", explica Cuesta. "Elegí esta escuela por eso. Y nadie quería venir, porque está lejos", confiesa la directora, posiblemente engañada por el paisaje y la quietud. Tan lejos y tan cerca de todo, en realidad.
Enclavada en la zona de "las quintas", nació por la necesidad de los genoveses, calabreses y piamonteses que en 1865 llegaron a estas tierras para cultivar frutas, hortalizas y producir el célebre vino de la costa. Incluso los maestros eran genoveses y enseñaban un poco en español y otro en su dialecto, el zeneize. "Venían caminando o en canoa por el arroyo Santo Domingo; no existía ningún camino", cuenta la directora, Mirta Cuesta. Hoy, la zona está apenas poblada. Eso, y la degradación social, hicieron que la "escuelita de la Costa" reciba desde hace unas décadas no sólo a los hijos de los quinteros (que cada vez son menos), sino también a chicos de los barrios pobres de la otra margen de la autopista Buenos Aires-La Plata.
Desde 1985, la 47 además tiene doble escolaridad. Los alumnos entran a las ocho y salen a las cuatro y media. No sólo aprenden más. Desayunan, almuerzan, descansan y meriendan allí. Los docentes coinciden que eso la convierte, aunque extremadamente humilde, en una institución valorada por los chicos. "Imaginate que muchos no tienen para comer en su casa, hacen todo acá. Somos pocos, como una gran familia", cuenta conmovida Alicia Zanou, que hace ocho años que da clases aquí pero que, confiesa, "debí haber venido antes porque amo este lugar". Alicia enseña y además mantiene activa la "producción" de dulces artesanales que hacen los chicos con naranjas y duraznos, y en verano, con ciruelas amarillas de esta tierra.
La "gran familia" está formada por nueve docentes, 44 alumnos (seis viven en las zona de quintas) y cuatro o cinco perros, que entran y salen de las aulas sin pedir permiso. "Cuando llegué, pensé que eso no podía ser, pero me di cuenta de que es parte del lugar", sonríe ahora Cuesta, mirando con cariño a los dos más cachorros, que duermen bajo el sol, a una distancia respetuosa de la huerta.
"A mí me encanta esta escuela. Acá puedo preguntar y preguntar que me responden hasta que al final entiendo. En la que iba antes se creían que no prestaba atención. Acá nos explican las cosas de otra manera", dice con asombrosa madurez Damián, que está en 6° grado pero tiene 14. El, como la mayoría, llega y se va en un micro escolar que busca por su casa, en el barrio San Lorenzo, a donde fueron a parar los vecinos contaminados de Villa Inflamable, ahí nomás de las quintas, pero envuelta en hollín en vez de árboles.
A Tamara (12) y Joselyn (10) les gusta vivir en las quintas exactamente por lo mismo que a Cristopher (11) no. "Hay víboras, iguanas, y mi abuelo nos contó que antes había monos", dice Tamara y el resto asiente a coro. No obstante, los tres reconocen que "es lindo" ir a una escuela rodeada de flores y silencio. Claro que los problemas existen. Sopla la sudestada y la zona se inunda. En verano los mosquitos son una amenaza gigantesca. Pero sobre todo, lo que preocupa aquí es el enorme basural de la Ceamse (desactivado pero procesando bajo tierra décadas de residuos) y el canal Santo Domingo, de donde brotan hedores de ciencia ficción. Y también, el futuro. "Dicen que van a construir edificios como en Puerto Madero. No queremos que esto se destruya", pide Tamara con inocencia que vale, aunque las docentes saben quién compró parte de las tierras.
"Me preocupa el futuro porque acá están bárbaros, el entorno les da la tranquilidad que no encuentran en sus barrios. Hay una interacción diferente", explica Cuesta. "Elegí esta escuela por eso. Y nadie quería venir, porque está lejos", confiesa la directora, posiblemente engañada por el paisaje y la quietud. Tan lejos y tan cerca de todo, en realidad.
domingo, 10 de enero de 2016
Osvaldo Paissan. Recuerdos de la infancia
La vida de Osvaldo Paissan está llena de recuerdos de una zona de Avellaneda que durante muchos años fue, además de un lugar para vivir y trabajar, un centro recreativo para el resto de la comunidad que vivía en la zona urbana.
«Lo
primero que aprendí a hacer fue sacar los brotes de abajo del primer alambre de
la viña -comentó- porque como éramos chicos y nos agachábamos bien, era lo
primero que hacíamos para que nos tiraran algún pesito».
«Después,
de más grande, me dedicaba a cortar el pasto con máquinas hasta que, un
invierno, mi viejo me dijo que podara los ciruelos que toda la cosecha iba a
ser mía», sostuvo al referirse a su primer trabajo «en serio» en la quinta.
Con
la ganancia de esa cosecha se compró su primer «camioncito», un Chevrolet 38,
en cuyo paragolpes lucía la orgullosa leyenda: «No es dulce, pero salió de la
ciruela».
Con
respecto a la visita de cientos de vecinos que llegaban en los soleados días de
recreación, Paissan recordaba que en las épocas en que la quinta de su familia
daba al río, salía a vender peras con las canastas.
Pasaron
muchos años de la llegada de aquellos inmigrantes que trabajaban la tierra en
Avellaneda. Sin embargo, pese a las dificultades económicas y al avance de la
urbanización, todavía quedan quintas como la de Osvaldo Paissan que rememoran
el pasado pero no pierden de vista el futuro.
Proyecto
Uno de los proyectos de Osvaldo Paissan para conservar una parte rica de la historia de Avellaneda, y de alguna manera también la suya, es crear un Museo en la Costa.
Uno de los proyectos de Osvaldo Paissan para conservar una parte rica de la historia de Avellaneda, y de alguna manera también la suya, es crear un Museo en la Costa.
Para
ello, cuenta con diversos elementos que heredó de su padre y de su abuelo y una
suma de recuerdos que le facilitaría a los más pequeños conocer cómo era una de
las zonas más emblemáticas de su ciudad.
«Tener
viñedos a apenas ocho kilómetros de la Casa Rosada no es fácil de creer para
los que no crecieron con las historias de los vecinos más antiguos de
Avellaneda», aseguró.
Pero
si bien despierta la curiosidad y llama la atención, Paissan se lamentó que
vayan quedando pocos quinteros y gente para trabajar.
«Yo
todos los años pongo mil plantas, van pasando los años y voy produciendo, pero
si empezás de cero hay que esperar cuatro años y afrontar los gastos; eso hace
que no vengan nuevos, porque la gente quiere invertir ahora y sacar los frutos
ya», aseguró al explicar por qué no hay nuevos emprendimientos en la zona.
Osvaldo Paissan y la tradición del vino patero Desde la costa de Dominico, mantiene una viva una parte de la historia de Avellaneda.
La Costa de Villa Domínico es un lugar
emblemático en la historia de Avellaneda, un espacio de gratos recuerdos para
aquellos que la visitaron cuando funcionaban los balnearios y un lugar de mucho
trabajo para los que la habitan todos los días.
De
aquellos quinteros productores de vino o frutales, solo quedaron unos pocos.
Uno de ellos es Osvaldo Paissan, con una historia familiar de más de 120 años
ligada a la actividad vinícola y la costa de la ciudad.
Su
abuelo Ernesto ya tenía una bodega en 1890, la cual quedó en manos de su tío
Emilio en el año 48 y de su padre Cándido por los años 60.
«Estábamos del otro lado del arroyo, donde ahora está la CEAMSE, pero con su llegada nos tuvimos que ir y darle de baja a la bodega», comentó el propio Osvaldo Paissan, quien ahora continúa con la tradición familiar desde una quinta ubicada a escasos metros de la «escuelita de la Costa».
«Estábamos del otro lado del arroyo, donde ahora está la CEAMSE, pero con su llegada nos tuvimos que ir y darle de baja a la bodega», comentó el propio Osvaldo Paissan, quien ahora continúa con la tradición familiar desde una quinta ubicada a escasos metros de la «escuelita de la Costa».
«Cuando
nos tuvimos que ir por la CEAMSE, nos quedamos sin quinta, sin casa, sin nada,
entonces lo que más pronto daba réditos era la verdura y me puse a plantar
radicheta», le comentó a La Ciudad Osvaldo Paissan.
Sin
embargo, una de las dificultades que presenta la zona es la falta de mano de
obra, por lo que se hacía difícil cumplir con los compromisos del mercado.
«Entonces
puse ciruelas, pero como es de una clase rica, pero de poco tamaño, la gente no
la quería mucho porque no la conocía -explicó Paissan- y cuando la empezaba a
conocer, la cosecha ya se terminaba».
«Empecé
acá hace casi diez años con el vino, me decidí a plantar la viña porque el
vino, si no se vende este mes, se vende el que viene, no te apura», remarcó
Paissan al explicar por qué retomó la tradición familiar.
Al
principio fueron 200 litros, después 400, el año pasado llegó a 7000 y este ya
alcanzó los 12.000 litros. «La proyección supera los 20.000 litros. Si se
vende, pienso seguir plantando más para seguir creciendo», aseguró.
El
vino de la costa es natural, no tiene aditivos ni agregados químicos. Según
explicó el propio Paissan, se trata que la uva madure bien, se muele, se pone
en las cubas, se lo deja fermentar, luego se descuba, se prensa el orujo para
sacarle todo el jugo y se pone a decantar.
La
preparación del vino es tan natural en su resultado como artesanal en todo su
proceso. «Tengo un hombre que me ayuda y, a veces, cuando necesito hacer un
trabajo más grande viene algún conocido que tuvo quinta a darme una mano»,
afirmó.
La
comercialización y la falta de apoyo
La base de este vino de la costa o «patero» como se lo denomina por la tradición, es la Isabella Americana.
La base de este vino de la costa o «patero» como se lo denomina por la tradición, es la Isabella Americana.
«Es
un pie fuerte, hace muchos años hubo una peste que secó a todas las cepas, pero
la única que aguantó fue la Isabella Americana. Después la injertaron en el
resto de las cepas para fortalecerlas», explicó Paissan.
El
vino es distinto a las otras uvas, es más violeta y tiene más perfume. «El vino
blanco, como lo llamamos nosotros pero que en realidad es medio rosado, se
fermenta sin la cáscara y es más fuerte que el tinto», agregó.
En
cuanto a la graduación alcohólica, por lo general se ubica entre 11 y 11,5
grados. «Años buenos puedo llegar a 12, pero es raro -sostuvo Osvaldo Paissan-
siempre trato de dejarla más para que se afirme el azúcar y sacar un gradito
extra».
La cepa «Isabella Americana» tiene más ácido tartárico por eso tiene más acidez que otros.
La cepa «Isabella Americana» tiene más ácido tartárico por eso tiene más acidez que otros.
«Cuando
termina de fermentar, en las cubas queda como un cascarón de ácido tartárico.
En la época que en que se producía mucho, venían de Mendoza para llevárselo y
agregarlo a la uva de ellos», comentó Paissan.
La
distribución del producto es tan artesanal como su elaboración. Algún que otro
amigo lo distribuye a diversos comercios, otros lo venden en sus casas a los
vecinos de la zona y, en menor medida se acercan hasta la propia quinta de
Paissan para adquirirlos.
«Acá
vienen poco porque el camino es muy difícil. Hasta la escuela se llega bien,
pero después no tenemos ayuda del municipio. No nos dejan entrar camiones con
escombros para mejorar el camino ni tierra para rellenar porque dicen que
contamina», resaltó.
La
falta de apoyo de la Municipalidad de Avellaneda no solo es en cuanto a los
caminos, pese a que hay proyectos urbanísticos para sectores similares, sino
que también afectan a la estructura del lugar.
En
ese sentido, Osvaldo Paissan remarcó: «Hice el galpón y cuando viene el río me
entra el agua, no me dejaron entrar tierra para hacerlo alto como el otro
galponcito. Dicen que contaminamos».
Pese
a las dificultades propias de la actividad sumada a las que le presenta el
entorno, los vinos de Paissan continúan ganando prestigio fuera de su
Avellaneda.
«El
año pasado, en la Fiesta del Vino de la Costa de Berisso, donde la actividad es
muy apoyada por el municipio, obtuve la primera mención con el vino tinto y
este año el segundo premio con el vino blanco», informó.
Durante
esa Fiesta, Paissan vendió en su stand 1380 botellas en dos días. «Como en esa
zona no se cortó la producción, como en Avellaneda con la llegada de la CEAMSE,
la gente lo siguió conociendo y tiene mucha aceptación», añadió.
Por
otra parte, Paissan aseguró que «hay posibilidades de exportarlo mediante un
amigo que vende al exterior aceite de oliva, estamos en eso, ahora tiene que
hacer llegar unas muestras para bromatología de los países de destino».
jueves, 7 de enero de 2016
Quintas de Sarandí Fuente Wikipedia
A muy pocos kilómetros al
sudeste del centro de la Ciudad de Buenos Aires, entre los tramos
inferiores de los arroyos Sarandí y Santo Domingo, se desarrolló, a partir de
la actividad de inmigrantes italianos -principalmente genoveses- que llegaron allí desde
principios del siglo XX, un área de cultivos campesinos, irrigados con el
manejo de las crecientes del río, que se mantiene hasta
hoy. Esta zona, de altísimo valor patrimonial -por su carácter a la vez único y
tipológicamente representativo- se encuentra hoy sometida a serias amenazas
ambientales. En efecto: es el receptáculo de vaciaderos clandestinos de
residuos sólidos; su sistema hídrico está altamente contaminado; está afectada
por la contaminación atmosférica originada en el polo petroquímico del Dock Sud; y está flanqueada, a un
lado y al otro de ambos arroyos, por sendos –y gigantescos- depósitos de
rellenos de residuos sólidos urbanos, en dos áreas que deben ser
reacondicionadas y recuperados. Esta caracterización ha sido formulada por el
antropólogo Mario Rabey, en su trabajo sobre
paisajes culturales de la ribera sur metropolitana.1 La descripción de las
Quintas que sigue a continuación está basada en otro texto del mismo autor
Quintas de Sarandí: un espacio verde con alto valor patrimonial
La zona de las
“Quintas de Sarandí” es prácticamente el único relicto del agroecosistema
periurbano de la ciudad de Buenos Aires, tal cual existió durante el siglo
XIX y, en muchos casos, hasta bien entrado el
siglo XX.
Establecido en
una porción del ecosistema de la Selva Marginal Costera del Paraná - Plata, es
el producto de la transformación agrícola de dicho ecosistema por parte de
inmigrantes del norte de Italia (particularmente de la región de Génova),
quienes trajeron sus ricos conocimientos y prácticas campesinas. Aplicando esos
conocimientos y prácticas, organizaron allí un sofisticado y original sistema
de canales para riego y navegación. El uso de los canales para riego permitió
el establecimiento de una importante superficie de pequeñas fincas agrícolas
campesinas periurbanas, que fueron durante décadas una de las fuentes principales
de aprovisionamiento hortícola para la ciudad de Buenos Aires. Además, se
estableció una importante agroindustria artesanal vitivinícola, que le dio una
marca identitaria a la zona, como la productora de los buscados vinos de la
costa, una actividad que se ha conservado, aunque muy disminuida en volumen,
hasta el presente.
Los canales
fueron también usados para la navegación en pequeñas embarcaciones a vela y
remos, que permitían transportar personas y bienes entre las Quintas y el
puerto de La Boca. Este uso fue abandonado completamente antes de mediados del
siglo XX, con el desarrollo de las vías terrestres de comunicación.
Las importantes
perturbaciones ambientales producidas en toda el área a causa de la degradación
de la Cuenca Matanza-Riachuelo se potenciaron exponencialmente a partir de
comienzos del período económico de sustitución de importaciones (décadas de
1930 y 1940).
En este período,
la zona de las Quintas recibió dos grandes conjuntos de impactos. Por un lado,
los provenientes de la vertiginosa disminución de la calidad de las aguas del
Riachuelo y de los cursos de los arroyos Sarandí y Santo Domingo. Por otro
lado, el impacto –si bien algo menor que el anterior en términos
materio-energéticos, importantísimo en términos de pérdida de información
eco-cultural-, producido por la instalación y consolidación del Polo
Petroquímico del Dock Sud. Este primer conjunto de impactos consistió en un
menoscabo muy grave en la calidad de las aguas utilizadas para riego en las
Quintas –provenientes del Río de la Plata y de ambos arroyos-, con lo cual la zona
fue perdiendo su principal ventaja, la disposición de agua para de buena
calidad riego en gran abundancia, no sujeta a variaciones estacionales. Este
proceso llevó a una situación crítica a la producción de hortalizas, frutas y
uva para vino, si bien sigue existiendo una superficie de viñas en las Quintas,
así como frutales y áreas con hortalizas.
El segundo
conjunto de impactos produjo un fuerte aislamiento de la zona, que terminó de
completarse con la construcción del Acceso Sudeste desde el Puente Nicolás
Avellaneda y, más tarde, con la primera fase del relleno de tierras por el
CEAMSE, en Villa Domínico.
La
implementación del Plan Integral Matanza-Riachuelo permitirá –en el mediano
plazo- una gradual recuperación de la calidad de las aguas. En cuanto a la
situación generada por el Polo Petroquímico y el CEAMSE, también es previsible
un mejoramiento gradual de la situación. Esta perspectiva, combinada con la
persistencia del paisaje cultural de las Quintas –incluyendo manchones del
ecosistema natural Selva Marginal Costera-, constituye la principal
potencialidad intrínseca de la zona de intervención para su inclusión en
proyectos de desarrollo sustentable y, en particular, para un espacio verde de
usos múltiples (producción, recreación, educación ambiental), con importantes
dimensiones, incluso para la escala metropolitana.
El ecosistema
antropizado conserva los grandes patrones que tuvo en su apogeo hacia 1930 –y
que son claramente visibles en las imágenes satelitales-.
La población
actual, heredera del sistema sociocultural campesino ya mencionado, que se
sostuvo hasta mediados del s.
XX, sigue conservando algunas buenas prácticas
tradicionales de manejo del suelo y del territorio. Pero en los últimos años,
se ha instalado un nuevo conflicto socio-ambiental en la zona, centrado en la
práctica de recibir en la zona una gran cantidad de los residuos provenientes
de demoliciones de viviendas antiguas del centro y sur de la región
metropolitana, una situación que se ve incrementada por el auge en la
construcción de los últimos tres o cuatro años. Trasladados en contenedores
abiertos sobre pequeños camiones, con guinche, son depositados en los suelos de
las parcelas locales y, más recientemente, como relleno en la zona costera. El
relleno no parece estar sujeto a ninguna regulación.
Otro importante conflicto
ambiental surge de la compra hecha por el gobierno local, en 1998, de un
conjunto de parcelas, totalizando alrededor de 100 ha . Originariamente
pensadas para instalar un parque industrial, afortunadamente el
gobierno municipal abandonó la idea, cuya concreción habría tenido un altísimo
efecto deteriorante en el área. Sin embargo, actualmente (marzo de 2009) está
comenzando a usar el terreno con fines que la población local considera de alto
impacto negativo, especialmente el proyecto de instalar allí una Alcaidía, o prisión para detenidos
procesados, dependiente del Ministerio de Justicia de la Provincia de
Buenos Aires
Memorias de lugareños
Elegí esta historia porque vivo en este lugar ,
y para mi significa muchos recuerdos. Por que fui a su escuela, y aprendí a
trabajar la tierra, podar, sembrar, y fabricar el vino Y quiero trasmitir que
vengan a conocerla, que les va a gustar caminar por el lugar y conocer a su
gente que es maravillosa y muy cálida. Esta información la conseguí mediante
entrevistas que hice a las siguientes personas: Miguel Palandri 50 años, Sebastián 68 años, Santiago Parodi , 72
años, Andrés Piasardi 78 años , Augusto, Camelo Ferrara 51 años y Andrés
Giglione 79 años. Todos fueron habitantes de la Costa desde sus principios...
La Costa es más conocida como la RESERVA ECOLÓGICA más grande de Avellaneda.
Tiene 700 hectáreas, no todas están trabajadas, en ella viven más de 70
familias. Casi todos descendientes de genoveses e italianos. En sus principios
por el año 1870 se empezó a trabajar las tierras de la costa, plantaban
tomates, cebollas, radicheta, acelga, ajos, puerros y zapallitos. Su fauna
estaba compuesta por pájaros, tortugas, iguanas, palomas, búhos, abejas,
chanchos. La costa cuenta con una unión vecinal y una delegación municipal (que
no están en funcionamiento actualmente). Cuenta también con una escuela que
antes era de chapa y madera hoy en día es de material, con computadoras,
psicólogos y profesores de gimnasia. En el año 56 se fundó el primer almacén por
su dueño Manolo Montaña. Actualmente la atiende su amigo Miguel Palandri
pionero del lugar. Tiene también un autodromo fundado en 1982, que funciona
sábados y domingos, corriendo solamente picadas. Se esta trabajando en la playa
para armar un espigón para la pesca de sábalos, bagres, lisas, carpas, donde se
puede alquilar botes y carpas. Hoy en día quedan solamente dos bodegas de las
más de 70 que había hace 30 años atrás, una es de DON SEBASTIÁN y la otra, LOS
MELLIZOS, se produce 15.000 litros por año de vino. De la uva de la costa que
se llama santa Isabela, se obtiene vino Rosado, tinto seco y tinto dulce, no se
puede sacar vino blanco con esta uva, y del prensado se obtiene grapa. ANDRES
comenta que en año 40 se transportaba la mercadería en canoas por distintos
Canales, pasando por el canal Sarandí y después se transportaba por camiones
hasta el Mercado del Abasto. Comenta también que los días festivos se
festejaban en la Escuela Nº 47 MIGUEL MARTÍN DE GUEMES, y también en el recreo
el RACING donde actualmente es el CINTURÓN ECOLÓGICO, mas conocido como el
CEAMSE, donde se juntaban todos los vecinos, con orquestas de tango y melódico,
navidad y año nuevo se pasaba en diferentes quintas donde se juntaban todos los
estancieros de la época. Se juntaban a jugar fútbol, tejo y bochas pasando unas
tardes inolvidables. Quiero comentar que hoy día se conoce más por su autodromo
que por su belleza natural.
CESAR ERNESTO ROMERO
PRODUCTORES DE LA COSTA DE SARANDI
Entre 1860 y 1865, se produce una inmigración de
italianos del norte, los ligures, oriundos de la región de la Italia
continental, lindera con el Golfo de Génova, y que comprende a las provincias
de Génova, Imperia Savona y La Spezia. Se dedicaron al laboreo conformando la
estructura quintera, muchas de cuyas primitivas hectáreas, sembradas con
verduras, hortalizas y viñedos, subsisten hasta nuestros días.En virtud al
injerto con cepas europeas lograron una uva rojo-negra, pequeña, a la que se
conoce vulgarmente como uva chinche o de la Costa, resultante de la variedad
italiana “isabella”, iniciando con ella la elaboración de un vino de baja
graduación alcohólica y sabor frutado: “el vino de la Costa”, tal como se lo
conoce popularmente.
Un personaje al que quiero mucho "Santiago"
Era mi verdulero, tipo sensacional, un verdadero amigo, su muerte me provocó una enorme bronca por la saña con que cometieron el asesinato. No se merecía lo que le hicieron. Siempre fue un hombre de bien, respetuoso de la vida de los demás, jamás hablo mal de nadie, recatado en sus palabras y acciones, si hacía favores y doy fe que los hizo, no andaba contándolo por ahí, era muy reservado. Amigo de sus amigos, su casa en "la costa de Domínico" tenía las puertas abiertas, ni llaves ponía, trabajó "su tierra" con amor, sus manos así lo decían. Siempre que iba con mi padre y mis hijos, lo veíamos arrodillado en sus almácigos cortando radicheta o recogiendo ciruelas en el monte. Para él mi recuerdo. Santi nunca te olvidaré, sos un amigazo. Baby
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