domingo, 10 de enero de 2016

Osvaldo Paissan. Recuerdos de la infancia


La vida de Osvaldo Paissan está llena de recuerdos de una zona de Avellaneda que durante muchos años fue, además de un lugar para vivir y trabajar, un centro recreativo para el resto de la comunidad que vivía en la zona urbana.
«Lo primero que aprendí a hacer fue sacar los brotes de abajo del primer alambre de la viña -comentó- porque como éramos chicos y nos agachábamos bien, era lo primero que hacíamos para que nos tiraran algún pesito».
«Después, de más grande, me dedicaba a cortar el pasto con máquinas hasta que, un invierno, mi viejo me dijo que podara los ciruelos que toda la cosecha iba a ser mía», sostuvo al referirse a su primer trabajo «en serio» en la quinta.
Con la ganancia de esa cosecha se compró su primer «camioncito», un Chevrolet ’38, en cuyo paragolpes lucía la orgullosa leyenda: «No es dulce, pero salió de la ciruela».
Con respecto a la visita de cientos de vecinos que llegaban en los soleados días de recreación, Paissan recordaba que en las épocas en que la quinta de su familia daba al río, salía a vender peras con las canastas.
Pasaron muchos años de la llegada de aquellos inmigrantes que trabajaban la tierra en Avellaneda. Sin embargo, pese a las dificultades económicas y al avance de la urbanización, todavía quedan quintas como la de Osvaldo Paissan que rememoran el pasado pero no pierden de vista el futuro.
Proyecto
Uno de los proyectos de Osvaldo Paissan para conservar una parte rica de la historia de Avellaneda, y de alguna manera también la suya, es crear un Museo en la Costa.
Para ello, cuenta con diversos elementos que heredó de su padre y de su abuelo y una suma de recuerdos que le facilitaría a los más pequeños conocer cómo era una de las zonas más emblemáticas de su ciudad.
«Tener viñedos a apenas ocho kilómetros de la Casa Rosada no es fácil de creer para los que no crecieron con las historias de los vecinos más antiguos de Avellaneda», aseguró.
Pero si bien despierta la curiosidad y llama la atención, Paissan se lamentó que vayan quedando pocos quinteros y gente para trabajar.

«Yo todos los años pongo mil plantas, van pasando los años y voy produciendo, pero si empezás de cero hay que esperar cuatro años y afrontar los gastos; eso hace que no vengan nuevos, porque la gente quiere invertir ahora y sacar los frutos ya», aseguró al explicar por qué no hay nuevos emprendimientos en la zona.

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